miércoles, 13 de abril de 2011

UN NIÑO Y SU PELOTA

Erase que se encontraba un niño jugando con su pelota y al lanzarla, dio contra una ventana rompiendo el cristal, la señora de la casa salió enfadada recriminando al niño su acción, el niño muy apenado pidió perdón y se puso a llorar, porque el remordimiento no lo dejaba tener paz, en ese momento paso a su lado una señora mayor, era para él como una abuela y esta acariciando su cabeza le pregunto qué era lo que lo afligía, el niño apenado y compungido le conto el suceso acaecido, la señora lo acompaño hasta un banco cercado y se sentó con él, con una dulzura inusual le dijo, no llores más cariño, solo has roto un cristal, eso debe enseñarte que no es bueno jugar en sitio donde se pueda producir daño alguno, solo es una lección pero esa lección la debes aplicar al resto de tus acciones a lo largo de tú vida, te voy a contar una historia: Era una familia que estaba compuesta por los padres y tres hijos, uno de los cuales decidió irse a vivir a una lejana ciudad, los padres quedaron apenados, pero respetaron su decisión, este hijo no llevo una vida muy correcta y las noticias de ello llegaban a conocimiento de los padres, a los cuales se les rompía el corazón, pues el amor que sentían por el hijo que emigro era tan grande, que a ellos les rompía el corazón, no su comportamiento, si no la lejanía que los separaba y no podían darle un abrazo para decirle aquí estamos hijo, serena tu alma, no llores solo ama, igual que te amamos nosotros en ese amor incondicional que todo lo cura. Al poco de este episodio el hijo volvió a casa, donde lo esperan los brazos amorosos de sus padres, los cuales en puro amor recibieron al hijo dañado por su equivocado comportamiento y en abrazo de unión perdonaron toda aflicción.



La parábola de esta historia es que tu has roto un cristal y te has sentido apenado por el hecho en sí y la lección es que un cristal se repone fácilmente, pero el dolor que infringimos en los corazones que nos aman, son heridas abiertas que sangran por nosotros, aprende querido niño y nunca lances desamor ni incomprensión, porque puedes herir algún corazón.



El niño dio las gracias a la señora y se alejo caminando pensante en la lección que acababa de recibir. Paso el tiempo y ese niño se convirtió en un hombre que siempre procuro no lanzar sin preocuparse donde llegaba su lanzamiento y eso lo hizo ser justo y amoroso, porque siempre recordó la enseñanza de la historia que le conto la señora el día que el rompió un cristal con su pelota.

No hay comentarios:

Publicar un comentario